domingo, 27 de junio de 2010

Aires de tenista

Cuando cumplí los dieciséis años, pedí a mis padres que me regalaran un equipo completo de tenista. Eso también incluía la raqueta, por supuesto, que no fue una nueva, porque son muy caras y, cuando recién se comienza a practicar, no vale la pena.

La cuestión fue que yo quería ser tenista, pero lo que no sabía, es que ello demandaba tiempo y esfuerzo. Pensaba, que lo fundamental era tenar la ropa y los elementos, el resto era pan comido, ¡cuán equivocada estaba!

Como era socia de un club, tenía un profesor a mi disposición, por lo tanto coordinamos el horario y un lunes temprano allí estuve de punta en blanco, para comenzar mi gran carrera de tenista.

Cuando el profesor observó mi singular arribo, portando remerita, la pollera tableada, las medias y las zapatillas, todo de un blanco impecable, no pudo más que sonreír. Sin embargo me dio la bienvenida y me explicó los primeros ejercicios que debía practicar. Al pasar una hora y media, me acerqué al maestro y le pregunté ¿cuándo practicaríamos en la cancha propiamente dicha y con los otros tenistas?, en ese momento sí se rió con ganas. Entonces, me sentí confundida, y él lo percibió, pero con calma me explicó lo siguiente. Dijo que el tenis, como todo deporte, requiere muchísimo entrenamiento, horas, días, meses y años de práctica incansable y continua. Esto incluía también, renuncias, sacrificios, sudor y lágrimas, para llegar a ser medianamente bueno o destacarse de alguna manera. Quedé pasmada, había recibido una gran lección que me sirvió para toda la vida. Fue un baldazo de agua fría, pero lo entendí perfectamente y hoy se lo agradezco profundamente. Abandoné el tenis, pero me apropié de la valiosa enseñanza.

“El hábito no hace al monje”, dice la conocida frase, y la vida nos recuerda todo el tiempo, que así son las cosas. Si uno quiere ser bueno en algo, pues vaya sabiendo que le costará energía y perseverancia, nada se consigue sin estos ingredientes.

Los buenos resultados no se dan mágicamente, hay que buscarlos con ahínco y bravura.

Cuanto antes lo aceptemos y lo entendamos, mucho mejor.

domingo, 20 de junio de 2010

Valioso secreto…

 

Claramente - telaraña

Hace unos días, leí una sencilla historia, que me dejó una gran enseñanza. Tal vez se trate de algo que ya conocemos, pero bien vale la pena, refrescar la memoria de esta manera tan amena.

Un hombre que escapaba de sus perseguidores, se mete a una cueva. Escondido en un rincón, ruega a Dios por un milagro, que la entrada de la cueva se tape de alguna manera, para que los malvados no pudieran entrar y encontrarlo. Entonces sucedió algo. Apareció una araña, que comenzó a tejer su telaraña, justo en el acceso a la cueva. Ya se podían escuchar las voces de los malhechores muy cerca, entonces el hombre volvió a pedirle a Dios y esta vez le dijo que la araña no serviría, lo que precisaba era algo mucho más fuerte y contundente que una simple tela de araña, lo que quería era un muro de piedras, o algo por el estilo. Sin embargo, el insecto continuó su labor, hasta casi cubrir por completo la entrada de la cueva.

Cuando los perseguidores estuvieron allí, uno de ellos observó la tela de araña y dijo a los demás, “vamos, busquemos en otra parte, se nota que aquí, hace rato no entra nadie, está cubierto de telas de araña”, y se retiraron presurosos del lugar.

Sucede que los seres humanos tenemos una perspectiva “muy humana” de las cosas. Nos cuesta mucho aceptar que los conocimientos que poseemos de la vida son escasos.

A menudo tenemos tan cerca la solución a nuestros conflictos y no la vemos.

Cuenta la Biblia, que el hombre más rico y poderoso que existió sobre esta tierra, fue el rey Salomón. Un día, Dios, sumamente complacido con él, le dijo que le pidiese lo que quisiera, y Salomón quiso para sí: sabiduría y ciencia. No le solicitó cosas materiales. El Supremo, no sólo le obsequió ambas cosas, sino que también lo colmó de poder y riquezas.

El secreto está en tratar de adquirir conocimiento y sabiduría, todo lo demás viene por añadidura.

 construyendo telaraña blanca

domingo, 13 de junio de 2010

Hablamos mucho, decimos poco…

IMG_3201

Muchas personas piensan que las palabras charlar y conversar son sinónimas, o significan prácticamente lo mismo. Nada más alejado de la verdad.

Charlar, significa hablar mucho, sin sustancia o por mero pasatiempo. En inglés: chatear, lo que es igual a hablar mucho y decir poco. Es una práctica común, pero que no deja casi nada en limpio, pues no se tratan temas relevantes o profundos, sino todo lo contrario, son superficiales e insignificantes. Como diría Inodoro Pereyra (Fontanarrosa): livianos y pasatistas.

El conversador, en cambio, es una persona que sabe hacer ameno e interesante lo que expresa. Se trata, la conversación, de una verdadera comunicación, que tiene sustancia, contenido, calidad, no es utilizada tan sólo para matar el tiempo. En este caso, el relacionamiento es más elevado, puesto que los temas que se eligen, también están en concordancia.

De cada uno depende que la comunicación sea verdaderamente eficaz y satisfactoria, para lo cual se hace necesario, ponerse en el lugar del otro, y saber escuchar.

Para el hombre, es indispensable tener conversaciones intensas, de esas en donde se desnuda el alma, se descargan las penas y se dice todo lo que realmente se piensa. No en vano, las salas de espera de psicólogos y psiquiatras, están llenas de individuos que acuden a ellas, en busca de alguien que los escuche de verdad y con total atención.

Según los expertos en relaciones humanas, la soledad será uno de los problemas más graves de estos tiempos. ¿Increíble, no es así? , hablar de soledad, con tantos medios a nuestro alcance, con tanta tecnología para hablar y estar más cerca, sin necesidad de estarlo.

Disponemos de millones de celulares, de ordenadores, de sofisticados y rápidos sistemas de conversaciones inmediatas y en realidad, no nos comunicamos de verdad, en el fondo, seguimos aislados. Es algo difícil de entender.

Creo que la clave está en la sutil, pero contundente diferencia que existe entre las palabras “charlar” y “conversar”, si lo comprendemos, habremos dado un paso al frente para mejorar y reivindicar el verdadero placer de una buena comunicación.

domingo, 6 de junio de 2010

En la red, hasta el cuello

 

medialuz 006

Finalmente “caí en las redes” de Facebook. En mi defensa, les diré que me resistí estoica e imperturbable, durante todos estos años. Sin embargo Mark Zuckeberg, su creador, y mil quinientos amigos más, venían susurrando a mis oídos, desde el año 2007,“vamos, ya deja de oponer resistencia y súmate a nosotros”. En fin, un día cualquiera, me levanté con las defensas bajas, con las cuerdas flojas, ¡y voila!, me entregué a sus brazos como una inocente colegiala enamorada.

Así es que, mis estimados amigos blogueros, también nos veremos allí, en ese sitio. Están todos invitados… habrá copita de licor de bienvenida y algún que otro bomboncito, sana práctica que se estila y queda bien.

El acceso de entrada está, como bien lo podrán observar, a la izquierda del blog, en la parte superior.

Espero y deseo, que resulte una grata experiencia. Si alguno de ustedes tiene una opinión o sugerencia al respecto, deposítenla con confianza, soy absolutamente neófita e inexperta en el tema, por lo tanto escucharé con atención, lo que quieran aportar a la causa.

Como dice mi esposo Pepe, que también está en Facebook, “Que todo sea para bien”.