Los seres humanos tenemos la costumbre de mirar lo que se encuentra a la altura de los ojos, en menor proporción lo que está por debajo y, casi nada, lo que está más arriba.
Los animo a que realicen un sencillo experimento: la próxima vez que salgan de vuestras moradas para ir a trabajar, a estudiar, al supermercado, viajar, o simplemente vagar, traten de mirar para arriba. Seguramente esta tarea les insumirá algo de esfuerzo, pues estarán rompiendo con el viejo y muy arraigado hábito de visualizar sólo lo que está al mismo nivel de los ojos, a esto los fotógrafos llaman “Angulación horizontal”.
Salgamos con un espíritu aventurero a la calle, al exterior. Créanme que si no lo hicieron antes, o por lo menos en forma consciente, se sorprenderán al descubrir un mundo nuevo compuesto por techos, edificios de varios pisos, balcones, terrazas, copas de árboles… miles y miles de detalles que antes habían escapado a nuestra mirada. Novedosos paisajes urbanos abrirán sus puertas como recién inaugurados. Aunque siempre estuvieron allí, no los veíamos pues estaban fuera de nuestro campo visual, para ser más precisos, diremos que se encontraban fuera de encuadre.
Tal vez a algunos le parezca algo intrascendente toda esta cuestión, pero a otros, y me incluyo, les fascinará observar, por ejemplo, las formas raras que adoptan las plantas al ganar altura, el diseño deslumbrante y original de algunas construcciones, la coquetería de ciertos balcones, los diversos ángulos, colores y formas de los techos, las aves que en ellos retozan… en fin, todo un panorama interminable para advertir y percibir.
Es cuestión de desplegar una nueva perspectiva que permita, a esta nueva mirada inquieta, revelarnos lo que siempre existió sin que lo hayamos visto antes.