sábado, 24 de octubre de 2009

El Reloj


A los nueve años le hice a mi madre las famosas preguntas sobre la vida y la muerte. Ella trató de eludirme, pero fui insistente. Finalmente me confesó que la vida tenía un límite, que todos moriríamos tarde o temprano, no me lo dijo así exactamente, pero para mí la respuesta tuvo las consecuencias de una bomba molotov. Muchas noches pasé casi sin poder dormir, lloré mucho y me deprimí. Creo que todos pasamos por esa experiencia traumática, para algunos más que para otros, pero nadie pudo escapar de sus efectos.

Pasaron los años y ese tema, con la correspondiente preocupación, jamás me abandonó. Siempre me preguntaba, ¿cómo se había creado el mundo y hacia dónde nos dirigíamos?... Dios, la eternidad, ¿realmente existían?

Un día, al entrar a la adolescencia, me prestaron un libro y leí algo que puso en orden muchas ideas que estaban ensortijadas en mi mente.

Decía así: “Un ateo le dijo cierta vez a William Paley que no había Dios, y desafió al rector inglés a confutar este aserto. Paley extrajo su reloj del bolsillo, abrió la tapa y mostró la maquinaria al incrédulo, al tiempo que le decía: “Si yo dijera que todos estos escapes, ruedecillas y resortes se han hecho, se han acomodado con la disposición que guardan, y se han echado a andar, todo por su propia cuenta, ¿no dudaría usted de mi inteligencia? Pues mire usted las estrellas. Todas tienen su ruta y sus movimientos perfectamente determinados. La Tierra, los planetas alrededor del Sol y todo el sistema en perfecta coordinación. Se trasladan a más de un millón de kilómetros por día, sin embargo, no hay choques, no hay desorden, no hay confusión. Todo funciona bien, todo es gobernado. ¿Es más fácil creer que todo esto se hizo solo, o que lo hizo alguien?”

Entonces lo comprendí perfectamente y decidí el rumbo que tomaría. Esa decisión me trajo mucha paz. Este no es un tema más, es EL TEMA, después de todo, la vida entera gira en torno a estas preguntas y respuestas, ¿no es así?

sábado, 17 de octubre de 2009

Pido mil disculpas a todo el mundo...



Esta semana me tocó vivir una de las vergüenzas más grandes de mi existencia. Nunca pensé que algo así podría afectarme de tal manera. Les contaré lo ocurrido.

Después de muchas peripecias, desaciertos y golpes de suerte, el seleccionado argentino de fútbol logró la clasificación para el próximo mundial de ese deporte. Jugando en un porcentaje ínfimo del nivel al que nos habíamos acostumbrado, alcanzó, a duras penas y con arbitrajes muy dudosos, el último escalón del acceso directo a Sudáfrica.

Muchos pensábamos que no lo conseguirían, es más, yo era uno de los que estaba casi seguro que estos muchachos verían el mundial por televisión desde la sala de estar de sus respectivas casas. Hasta que consiguieron el pasaje, a los empujones, sin esquemas, de rebote y, al parecer, con algunas ayuditas, porque un mundial de fútbol, sin la selección argentina, dicen que no sería correcto ni conveniente. En fin.

Pero al margen de lo deportivo, porque en este juego se puede mejorar, lo que más me dolió, chocó, molestó y, por sobre todas las cosas, me avergonzó fue la actitud del técnico, Diego Maradona. Este engreído personaje, una vez más, nos mostró que está cargado de soberbia, arrogancia, petulancia y pedantería. Que no sabe reconocer sus errores y defectos. Que no acepta consejos ni admite críticas.

Lo recuerdo a Maradona como jugador, era bueno, muy bueno, tal vez el mejor. Lamentablemente, patear a la pelota, fue lo único que hizo bien, el resto de su trayectoria como persona estuvo marcada por todo tipo de excesos. Y yo, como muchos, no puedo separar al futbolista del borracho, drogadicto y mujeriego. Yo nunca lo hubiese designado como técnico de la selección con todos los antecedentes negativos porque, al pasar a ser una persona pública y notoria, puede llegar a dejar mal, o peor, el concepto que el mundo tiene de los argentinos.

Pido disculpas al mundo entero por la prepotencia y la intemperancia que, una vez más, dejó entrever este individuo, esperando que no nos encasillen como mal educados por culpa de Maradona. Aunque se enoje su corte de aduladores obsecuentes, esta vez metió un gol en contra…

jueves, 8 de octubre de 2009

Solidaridad




Mi hermano se llama Marcelo, tiene Síndrome de Dawn y hoy, justamente, cumple treinta y seis años. Senovilla nos convocó a escribir en este día sobre la solidaridad, como único tema. Ésta me parece una buena oportunidad para que nos miremos a nosotros mismos y recapacitemos en forma concienzuda y sincera, sobre cuál es nuestra conducta para con las personas que tienen discapacidades.

¿Somos solidarios con los que necesitan de nuestra buena voluntad?, ¿promovemos y enseñamos a nuestros hijos, a que tengan esta sana actitud? Si nos quedamos al margen, o de brazos cruzados, no estamos ayudando. En la mayoría de los casos, la indiferencia causa mucho más daño que cualquier acto malvado en sí.

Interesarnos por los demás, salir de nuestra “campana de cristal esmerilado”, nos hace mejores personas, nos engrandece. El mundo necesita de gente preocupada y ocupada por el prójimo. Prójimo significa, próximo, el que está cerca. No es indispensable ir al otro extremo del mundo a prestar ayuda… a veces el que nos necesita se encuentra al lado.

La solidaridad es un acto de amor que hace bien y nos hace bien, practiquémosla e impulsemos a los demás para que también lo hagan.


sábado, 3 de octubre de 2009

Mi método

Cuando las cosas se complican haciéndose más difíciles de lo que parecían, los de por aquí utilizamos este dicho: “Habrá que buscarle la vuelta”. Es algo así como tratar de hallar la salida, o una de las salidas. Acomodar las cosas, acomodarse uno, en fin… buscarle la vuelta.

Hace unos cuantos años que me propuse bajar unos diez quilos de peso. No resultó nada sencillo. Primero intenté varias dietas sin buenos resultados, luego me compré una cinta caminadora, al principio la usé bastante seguido, pero luego la encontraba agobiante, fastidiosa y terminé vendiéndosela a una amiga. No creo en las pastillas adelgazantes, después de enterarme de la experiencia de muchas personas conocidas, creo que acaban afectando la salud física y mental de quienes las consumen.

No quería gastar dinero en dietólogos, sobre todo por una cuestión de amor propio, ¿cómo no hallaría la solución por mis propios medios? Luego de mucho meditarlo y leer consejos de médicos y sabios en la materia, encontré mi propio método. Lo puse en práctica y luego de un año, ¡bajé los diez quilos! Además mejoré la salud y la apariencia en todo sentido. Estoy decidida a continuar, ya que no me demanda grandes sacrificios.

Les cuento. Primeramente cambié el consumo de alimentos: incorporé muchas, pero muchas frutas y verduras, añadí cereales a todas las comidas. Hago siempre una cena muy liviana y por las mañanas al levantarme tomo agua tibia o jugo de ciruelas (aceleran el tránsito intestinal y mejoran notablemente la piel). Descubrí que la bicicleta fija es mucho más atractiva que el caminador, ya que te permite hacer otras cosas: ejercicios de brazos con o sin pesas y rotación media de cintura. Además la coloqué frente al televisor, por lo tanto me incentivo mirando programas que me gustan mucho, o películas. Conclusión: todos los días, indefectiblemente, completo una hora de este ejercicio y sin mucho esfuerzo.

Trato de comer muy pocos panificados y nada de grasas. Nunca paso hambre, pues me lleno con alimentos saludables, ricos en fibras y vitaminas. Tomo más agua. Mi médico dice que mejoré en todos los aspectos.

Estoy convencida de que si uno “le busca la vuelta a las cosas”, y no abandona o se desmorona ante el fracaso de los primeros intentos, siempre se puede llegar al éxito, siempre se puede conseguir un buen resultado. Las ganas hacen la diferencia. ¿Quieres cambiar algo en tu vida?, ¡comienza ya mismo!