sábado, 30 de mayo de 2009

Dicen…

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Dicen los libros de psicología, refiriéndose al significado de los sueños que, soñar que subimos al auto que nos pertenece y lo conducimos, es una imagen que tiene mucho que ver con el dominio propio. Manejar el coche es algo así como manejar la vida. Tomar el control, ejercer el poder sobre uno mismo y darle una dirección.

Si analizamos esta información, encontraremos que tiene bastante lógica y sentido, por lo menos esa fue mi experiencia al respecto.

Recuerdo la primera vez que monté una bicicleta y eché a andar, ¡qué sensación única, arrobadora e inolvidable! , me sentía dueña del mundo, y libre, libre para decidir hacia dónde iría. Ustedes, seguramente coincidirán conmigo en que aprender a andar en bicicleta es un conocimiento que jamás se olvida, es muy fuerte.

Si, por el contrario, en el sueño no se encuentra el auto, no aparece en el lugar en que lo dejamos o no quiere arrancar, se debe a que, en la vida real, estamos atravesando por una crisis.

Cuando tenemos dominio propio, somos capaces de controlar nuestras emociones, de elegir lo que queremos sentir, al margen de como se presenten las cosas. Se trata de todo un desafío, sin embargo, si lo conseguimos, el autocontrol nos brinda una sensación muy agradable de estar en paz con uno mismo y se disfruta mucho más y mejor, de la vida.

El secreto tal vez esté en no permitir que las circunstancias adversas y los malos sentimientos nos marquen el rumbo. Sobreponerse a las desilusiones, dejar atrás la ira y avanzar con optimismo. Todo mejora, cuando uno mejora por dentro… el famoso “cristal con que se mira”.

Vamos a ver qué sueño esta noche… luego les cuento.

sábado, 23 de mayo de 2009

Huellas imborrables

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Existen personas que pasan por nuestras vidas y nos dejan un “no hagas esto”, “deja aquello”, “no toques, no mires”, sin explicarnos el por qué, lamentablemente se trata de la gran mayoría. Sin embargo, y gracias a Dios, en algún momento de nuestra existencia experimentamos ese toque esencial de ciertos seres especiales que van más allá y deciden dedicarnos un tiempo. Además de decirnos “no lo hagas”, se explayan exponiendo razones y causas, sus experiencias al respecto y así logran captar toda nuestra atención. Son una verdadera bendición.

Puede tratarse de algún familiar, o simplemente un conocido, y dejará para siempre una marca indeleble en nuestra mente.

Jamás olvidamos a quienes nos obsequiaron un tiempo precioso de sabiduría y consejos. Me inclino a denominar a esa noble actitud “generosidad de espíritu”. Es uno de los dones más maravillosos que poseemos los seres humanos. Es el poder de sembrar una semilla en los demás, sólo que raras veces empleamos esa aptitud. Quizás por recelo o temor a que nos malinterpreten, nos reservamos palabras o ideas que podrían influir notablemente en otros y, más aun, cambiar para siempre sus vidas.

Para ejercer esta capacidad, hace falta coraje, despojarnos del egoísmo y darnos cuenta del bien que podemos brindar al prójimo, al otro que nos escucha.

La “generosidad de espíritu” es una muestra de amor al género humano. Hoy me pregunto si la doy a manos llenas o si la guardo para que se seque y junte polvo en un rincón de mi mente. ¿Y ustedes?

domingo, 17 de mayo de 2009

Tomar las riendas


Las personas tenemos la capacidad de escoger la actitud y conducta a seguir. Por eso es inútil culpar a los demás por las cosas que nos suceden. Si siempre buscamos “responsables externos”, retrasaremos o estancaremos indefinidamente el avance hacia la madurez tan anhelada.

Hacerse cargo significa asumir las responsabilidades de los resultados de las acciones que llevamos a cabo. ¿Existen influencias ajenas?, puede ser, siempre las hay, de eso se trata la vida, pero en definitiva somos nosotros los que abrimos o cerramos las puertas. Tenemos, absolutamente, SIEMPRE la última palabra: SI o NO.

Dentro de nosotros mismos está la clave, la llave, el sentido y la dirección. Y como cierre les dejo un pensamiento de Robert Green Ingersoll: “En la vida no hay premios ni castigos sino consecuencias”.

domingo, 10 de mayo de 2009

Mente creadora, energía productiva...


¿Qué convierte a un relato en algo interesante y atractivo? ¿El contenido, el mensaje, las palabras utilizadas, la manera de escribir?
Las palabras tienen vida propia y somos nosotros los que las dotamos de esa cualidad, nuestra mente es el motor.
Si realmente hemos experimentado lo que escribimos, lo que decimos cobra fuerza, “llega”, es como una flecha que se clava en lo profundo del que recibe el mensaje.
Si repetimos lo que otros dijeron o vivieron, puede que el relato resulte ameno, pero le faltará “eso” que llamamos “ángel”, ese ingrediente que lo hace inolvidable e inigualable. Por eso pienso que es más importante escribir con el corazón que hacerlo pulcramente y respetando todas las normas y reglas establecidas.
Tampoco es recomendable dejar de lado, totalmente, las formas, pues si el mensaje no se entiende pierde gran parte de su valor. El ejemplo que se me ocurre es el siguiente: si una persona, sumamente interesante, se presenta sucia y mal vestida, seguramente provocará rechazo, aun antes de que pronuncie palabra alguna.
La claridad es un punto a tener en cuenta, la sencillez es mi preferido y que sea algo propio, y no copiado, es lo que le da el cierre perfecto. Pensamientos, ideas, convicciones, necesidades, sensaciones y experiencias, que pueden ser contadas y serán aceptadas con sumo interés.
Todos podemos ser originales y creadores, es cuestión de proponerse, nada más.

domingo, 3 de mayo de 2009

JUICIO A MÍ MISMA


Acabo de sufrir una decepción, y lo más preocupante es que soy el origen de la misma. Les contaré como fue, como dijo Víctor Heredia en su canción, “Paso a detallar a continuación…”
Hace un par de años resolví llevar un registro de los libros que leía, enumerándolos, poniendo el título y autor de los mismos. Pues bien, me encontraba visitando algunos blogs amigos y encontré un post que solicitaba a los comentaristas tengan a bien mencionar los autores que habían causado algún impacto en nuestras vidas o citar aquellos libros considerados “de cabecera”. Inmediatamente pensé en Erich Fromm, cuyos escritos me parecen tan ricos, interesantes y completos. Puedo afirmar sin dudas, que es uno de mis escritores favoritos.
Hace dos semanas terminé de leer “Miedo a la Libertad”, del mencionado autor, así que me pareció apropiado recomendarlo.
Entusiasmada con la idea, se me ocurrió nombrar otros literatos más y para tal fin, busqué en mi famoso “cuaderno de ejemplares leídos” los que pondría a modo de sugerencia. Mayúscula fue la sorpresa cuando me topé, casi al principio de la larga lista, con el indiscutido Miedo a la Libertad… ¡shock! Me dirigí a toda prisa al final del inventario y, ¡¡allí estaba de nuevo!!
Lo leí dos veces, sin darme cuenta. Decepcionante, ¿saben por qué? , porque quiere decir que no lo registré en mi mente.
Me pregunté a mí misma qué tipo de lectura “tan concienzuda” realizo que ni siquiera me percato cuando vuelvo a leer el mismo ejemplar…¡¡y eso que me causó un verdadero impacto!!... ¿qué queda para los demás?, ¿la ignominia?
Si alguien quiere decir algo que me haga sentir un poco mejor, adelante, lo único que les pido es que sean convincentes, queridos amigos, y les ruego que vuestra defensa tenga un fundamento firme… porque como parte acusadora de mí misma, soy implacable.