Esta semana me tocó vivir una de las vergüenzas más grandes de mi existencia. Nunca pensé que algo así podría afectarme de tal manera. Les contaré lo ocurrido.
Después de muchas peripecias, desaciertos y golpes de suerte, el seleccionado argentino de fútbol logró la clasificación para el próximo mundial de ese deporte. Jugando en un porcentaje ínfimo del nivel al que nos habíamos acostumbrado, alcanzó, a duras penas y con arbitrajes muy dudosos, el último escalón del acceso directo a Sudáfrica.
Muchos pensábamos que no lo conseguirían, es más, yo era uno de los que estaba casi seguro que estos muchachos verían el mundial por televisión desde la sala de estar de sus respectivas casas. Hasta que consiguieron el pasaje, a los empujones, sin esquemas, de rebote y, al parecer, con algunas ayuditas, porque un mundial de fútbol, sin la selección argentina, dicen que no sería correcto ni conveniente. En fin.
Pero al margen de lo deportivo, porque en este juego se puede mejorar, lo que más me dolió, chocó, molestó y, por sobre todas las cosas, me avergonzó fue la actitud del técnico, Diego Maradona. Este engreído personaje, una vez más, nos mostró que está cargado de soberbia, arrogancia, petulancia y pedantería. Que no sabe reconocer sus errores y defectos. Que no acepta consejos ni admite críticas.
Lo recuerdo a Maradona como jugador, era bueno, muy bueno, tal vez el mejor. Lamentablemente, patear a la pelota, fue lo único que hizo bien, el resto de su trayectoria como persona estuvo marcada por todo tipo de excesos. Y yo, como muchos, no puedo separar al futbolista del borracho, drogadicto y mujeriego. Yo nunca lo hubiese designado como técnico de la selección con todos los antecedentes negativos porque, al pasar a ser una persona pública y notoria, puede llegar a dejar mal, o peor, el concepto que el mundo tiene de los argentinos.
Pido disculpas al mundo entero por la prepotencia y la intemperancia que, una vez más, dejó entrever este individuo, esperando que no nos encasillen como mal educados por culpa de Maradona. Aunque se enoje su corte de aduladores obsecuentes, esta vez metió un gol en contra…