domingo, 26 de abril de 2009

ANIMARSE A MÁS




Tengo escrita en el messenger la siguiente leyenda, “¿Cuál es la peor derrota?: Desanimarnos". Está buena, la copié de alguien que sabía lo que decía. Convengamos que tiene mucha razón. Sin embargo, como dice la canción, “¿Cómo le explico a mi corazón?", ¿cómo le hago entender lo que le conviene?, porque el corazón no entiende razones, se desalienta y es difícil sacarlo de ese estado. Tarea complicada, más no imposible.
La vida está repleta de altibajos, de buenos y malos momentos, de alegrías y tristezas, o aprendemos que de eso se trata o convertiremos nuestra existencia en un verdadero paño de lágrimas. A nadie le gusta fracasar o equivocarse, no obstante hasta los seres humanos más perfectos o geniales, lo han hecho. Existen miles de ejemplos al respecto.
Por eso lo digo y lo repito, cosa que se me grabe, la diferencia no radica en las cosas que nos pasan, sino en la actitud que tomamos ante ellas. Allí está el quid de la cuestión.
Debemos hallar la forma, la manera de “poner en primera” al corazón, para que arranque la marcha con todas sus fuerzas. Ante cada piedra en el camino, ante cada tropiezo, ante cada caída, levantarse, sacudirse y volver a empezar… eso es vivir.
Está permitido derramar algunas lágrimas, porque somos de carne y hueso, no somos cascotes, pero tengamos en cuenta que todo el tiempo y la energía que perdamos en conmiseraciones, será el que le restemos a la futura empresa.
Si voy a emprender un nuevo camino, allá iré, desconozco a ciencia cierta cuál será el resultado, pero cualquiera sea, lo prefiero mil veces a quedarme parada, inmóvil, paralizada por el miedo al fracaso, al principio del sendero.
Animarse a más… siempre.

sábado, 18 de abril de 2009

BUENAS Y MALAS COSTUMBRES


Estoy trabajando arduamente para acabar, de una vez por todas, con un mal hábito que se halla cómodamente instalado, formando parte de esos rasgos personales que más detesto.
Cuando voy al supermercado, me fijo, como aprendí hace algún tiempo atrás, en los valores nutricionales y demás características substanciales de un producto, sin embargo tiendo a pasar por alto un detalle elemental: la fecha de elaboración y vencimiento. Trasladando esto a todos los ámbitos de la vida caí en la cuenta de que me hubiese ahorrado muchos dolores de cabeza si prestaba atención a los plazos, a los tiempos de las cosas.
Es necesario observar cuidadosamente las fechas. Los abogados lo saben muy bien y aconsejan a sus clientes, por lo menos el mío lo hace, a no perder de vista el día en que fue presentado un escrito y el término del mismo. No es algo tan complicado, sólo hay que darle la real importancia que tiene.
Un vencimiento pasado por alto, puede significar un gran perjuicio para nuestros bolsillos, pues generalmente se deben pagar intereses por mora, además de todo el papeleo y diligencias extras que esto acarrea en la mayoría de los casos.
Conozco personas que elaboran planillas donde figuran los pagos que deben hacer detalladamente, con monto y día de extinción del plazo para abonarlo (mi esposo es una de ellas), creo que es una buena idea. Insisto, no es bueno ignorar estos requisitos, que pueden hacernos la vida más tranquila. Como diría mi abuela, “Más vale prevenir que curar”, por eso me he propuesto firmemente mirar todas las fechas y prescripciones que sean necesarias y ojalá ustedes también logren acoplarse a esta buena y sana costumbre.

domingo, 12 de abril de 2009

DETERMINACIÓN (Parte II)



El desasosiego que me invadió fue tan grande, que comencé a llorar, las lágrimas se mezclaban con la lluvia que bañaba mi rostro. La distancia, el temporal y todo lo que ello representaba físicamente, pasó a segundo plano, porque lo realmente angustiante era lo atormentada que me sentía mentalmente, una sensación de absoluto desamparo y aislamiento. Para colmo de males, pasó un auto cerca a toda velocidad y me arrojó tanta cantidad de agua sucia (seguramente en forma involuntaria), que hasta tuve que escupirla. Me quería morir, a mis 14 años y con toda la vida por delante, todo perdió sentido en ese momento. Ustedes pensarán que la situación no era para tanto, yo también ahora lo veo así, pero en ese momento eran otros mis sentimientos y otro mi parecer, quizás por la edad o tal vez porque también se fueron sumando otras cosas por las que estaba atravesando.
Fue entonces que un pensamiento creció en mí, y fue tomando una fuerza arrolladora. Saldría adelante, jamás me dejaría vencer por ninguna circunstancia adversa, no permitiría que nada ni nadie volviese a hacerme sentir una NADA, avanzaría con resolución por la vida.
Ese día tomé una de las decisiones más importantes. Presentaría batalla con todas las armas que tuviera a mi alcance para abrirme camino… y así lo hice.
Cada vez que atravieso por momentos espinosos o peliagudos, cuando quiere invadirme la desesperanza, automáticamente recuerdo ese día de la tormenta, en que opté por un rumbo, el de la audacia, valentía y coraje. Ese fue el instante en que tomé LA DETERMINACIÓN que marcó para siempre mi existencia.

miércoles, 8 de abril de 2009

DETERMINACIÓN (Parte I)


Cuando tenía 14 años, una tarde tuve que salir a comprar unas cositas que me faltaban para completar un trabajo práctico del colegio secundario. Mi familia pertenecía a la clase media, y ese año nos tocó pasar por momentos difíciles, económicamente hablando, de modo que siempre “andaba con lo justo”, término que usamos quizás con demasiada frecuencia los que vivimos en este lado del planeta Tierra. Teníamos un vehículo para movilizarnos, pero lo usaba mi padre en su trabajo, de modo que el transporte colectivo (ómnibus) era casi como mi segundo hogar.
Al terminar las compras previstas, noté que me había excedido en los gastos, así que tendría que volver caminando a mi hogar, distante unas 23 cuadras del centro comercial donde me encontraba. No me preocupé tanto, pues aunque el cielo amenazaba lluvia inminente, había llevado piloto (impermeable).
Al poco tiempo de emprender el retorno, se desató la tormenta. La lluvia fue mucho más copiosa de lo que esperaba, las calles se inundaron y yo estaba totalmente empapada de pies a cabeza. La trayectoria se hacía interminable, todos los elementos adquiridos se arruinaron por causa del viento y el agua. Los rayos continuaban cayendo y eran bastante atemorizantes, pero eso no fue lo peor para mí. El tema estaba en cómo me sentía. Nunca olvidaré las cosas que pasaron por mi mente en aquellos momentos. Me veía como la criatura más infeliz, desamparada y miserable del universo. Observaba pasar los vehículos con las personas en su interior, seguras, cómodas, acompañadas… contenidas. (Continuará)

miércoles, 1 de abril de 2009

Sin desperdicios


“Antonio Machado nunca supo, mientras escribía Juan de Mairena, que iba a disparar en el centro de una de las enfermedades argentinas. La historia de Mairena -que es el relato en prosa menos conocido del poeta español- se trata simplemente de una patada a la lógica y un cínico gesto de burla al sistema educativo. Juan de Mairena es un profesor de Educacion Física que, durante las horas libres, dicta clases de Filosofía.
-A ver, usted -ordena Mairena a un alumno-, tradúzcame esta frase al lenguaje corriente: "Algo acontece en la rúa".
El alumno piensa y luego suelta:
-Qué pasa en la calle.
-Muy bien, siéntese.
En la Argentina de casi todos los tiempos algo acontece en la rúa y pasan muy pocas cosas en la calle. Este país ha hecho del eufemismo la base de su cultura.
El ejemplo más obvio refiere al asesinato: nunca será un asesinato sino un "ajusticiamiento", si lo comete la guerrilla; o una "desaparición", si la lleva adelante el Estado. Un hecho tan concreto como la muerte puede perderse en el laberinto de las palabras.
La reacción a un atentado no es la misma que ante una suma de asesinatos. Frente a un atentado se sospecha de la víctima, se incorporan explicaciones políticas o sociales, se ensayan las interpretaciones más diversas para que nada cambie, y finalmente se lo olvida.”

NOTA: Este fragmento fue extraído del libro, “Cortinas de humo” cuyo autor es Jorge Lanata.
Me gustó tanto que quise compartirlo con ustedes.