Tengo escrita en el messenger la siguiente leyenda, “¿Cuál es la peor derrota?: Desanimarnos". Está buena, la copié de alguien que sabía lo que decía. Convengamos que tiene mucha razón. Sin embargo, como dice la canción, “¿Cómo le explico a mi corazón?", ¿cómo le hago entender lo que le conviene?, porque el corazón no entiende razones, se desalienta y es difícil sacarlo de ese estado. Tarea complicada, más no imposible.
La vida está repleta de altibajos, de buenos y malos momentos, de alegrías y tristezas, o aprendemos que de eso se trata o convertiremos nuestra existencia en un verdadero paño de lágrimas. A nadie le gusta fracasar o equivocarse, no obstante hasta los seres humanos más perfectos o geniales, lo han hecho. Existen miles de ejemplos al respecto.
Por eso lo digo y lo repito, cosa que se me grabe, la diferencia no radica en las cosas que nos pasan, sino en la actitud que tomamos ante ellas. Allí está el quid de la cuestión.
Debemos hallar la forma, la manera de “poner en primera” al corazón, para que arranque la marcha con todas sus fuerzas. Ante cada piedra en el camino, ante cada tropiezo, ante cada caída, levantarse, sacudirse y volver a empezar… eso es vivir.
Está permitido derramar algunas lágrimas, porque somos de carne y hueso, no somos cascotes, pero tengamos en cuenta que todo el tiempo y la energía que perdamos en conmiseraciones, será el que le restemos a la futura empresa.
Si voy a emprender un nuevo camino, allá iré, desconozco a ciencia cierta cuál será el resultado, pero cualquiera sea, lo prefiero mil veces a quedarme parada, inmóvil, paralizada por el miedo al fracaso, al principio del sendero.
Animarse a más… siempre.
La vida está repleta de altibajos, de buenos y malos momentos, de alegrías y tristezas, o aprendemos que de eso se trata o convertiremos nuestra existencia en un verdadero paño de lágrimas. A nadie le gusta fracasar o equivocarse, no obstante hasta los seres humanos más perfectos o geniales, lo han hecho. Existen miles de ejemplos al respecto.
Por eso lo digo y lo repito, cosa que se me grabe, la diferencia no radica en las cosas que nos pasan, sino en la actitud que tomamos ante ellas. Allí está el quid de la cuestión.
Debemos hallar la forma, la manera de “poner en primera” al corazón, para que arranque la marcha con todas sus fuerzas. Ante cada piedra en el camino, ante cada tropiezo, ante cada caída, levantarse, sacudirse y volver a empezar… eso es vivir.
Está permitido derramar algunas lágrimas, porque somos de carne y hueso, no somos cascotes, pero tengamos en cuenta que todo el tiempo y la energía que perdamos en conmiseraciones, será el que le restemos a la futura empresa.
Si voy a emprender un nuevo camino, allá iré, desconozco a ciencia cierta cuál será el resultado, pero cualquiera sea, lo prefiero mil veces a quedarme parada, inmóvil, paralizada por el miedo al fracaso, al principio del sendero.
Animarse a más… siempre.