Seguramente el amigo Abi dirá, “Nuevamente Clara me hará pensar en cosas poco agradables este fin de semana”, pero cuando uno tiene la urgencia moral de tratar ciertos temas, no queda otra salida.
Ayer estuve conversando con una señorita, encargada del cuidado y atención de una veterinaria de la ciudad. Llamaron mi atención unos carteles que se encontraban a la vista de todos, en varios lugares del salón y sobre todo, cerca de los animalitos en exposición. Decían lo siguiente: NO TOCAR A LOS ANIMALES.
En el lugar, había cubículos con perritos, gatitos, jaulas de diversos pájaros, hámsters, peceras con peces de vistosos colores, en fin, gran variedad de mascotas.
Le pregunté por qué tanta insistencia en no acercarse demasiado, ni tocar a los bichitos, ya que me pareció un tanto exagerada tanta advertencia. La dama me contestó que los niños, últimamente, estaban más agresivos que de costumbre. Ella agregó que antes, el maltrato hacia los animales expuestos e indefensos, por parte de los pequeños, era aislado, pero cada vez se dan casos con más frecuencia y más virulentos. Y yo que llegué a pensar que el objetivo de los carteles era proteger a los infantes…
Me comentó además que cuando entraban padres e hijos, generalmente se daban las situaciones más complicadas e ingratas, ¿increíble, no? Se debía a que los mayores no reparaban en el daño que sus críos ocasionaban, es más, los apañaban y “cubrían”, incluso una vez pasó que le rompieron la patita a un cachorro.
Ya sé que es doloroso e indignante tocar estos temas, pero sentí que estaba obligada a hacerlo, por temor a lo que nos deparará si continuamos soportando y esquivando estos actos tan aberrantes. Tal vez entre todos, podamos poner un granito de arena, para crear otra conciencia en los adultos, que en definitiva son los verdaderos responsables. Una vez más, respetemos y cuidemos a la naturaleza y a la vida en general, por nosotros y por los que vendrán.