domingo, 30 de agosto de 2009

A veces, es necesario cambiar





Hay un viejo dicho que expresa más o menos lo siguiente: “cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”. Sabias palabras, porque la fidelidad del perro no tiene límites ni sabe de agachadas, en cambio, de los seres humanos, no sabemos a ciencia cierta hasta donde llegará su lealtad y compromiso. Este es uno de los enigmas no resueltos que tengo como asignatura pendiente.

Ayer hablábamos con Clara sobre nuestras conductas y personalidades y ella me preguntó si consideraba que yo estaba bien y no necesitaba cambiar algunos matices de mi forma de ser.

Le contesté que no estaba satisfecho con varios aspectos de la manera de llevar adelante mi vida. Ante su requisitoria, le conté que, dentro de lo que consideraba que necesitaba modificar, estaban la intolerancia y la ansiedad, entre otras particularidades.

La ansiedad por hacer todo bien, lo mejor posible, pero rápido, contra reloj, apurado. Como si estuviese compitiendo. Muchas veces quiero imprimirle velocidad a lo que estoy ejecutando sin tener bien en claro lo que haría con el tiempo que pudiese ganar.

La intolerancia es hacia determinadas personas, sobre todo cuando presiento en ellas hipocresía e impostura. Mi actitud, en esos casos, es cortante y terminante, cuando lo correcto sería hacerles notar su presunta equivocación e intentar que, en caso de existir, la corrijan. Realmente me gustaría muchísimo poder darle una segunda oportunidad a algunos amigos a los que extraño mucho y de los que me he alejado por ser como soy, un intolerante.

Lo de la ansiedad no creo que me cueste mucho modificar mis actitudes, creo poder conseguirlo si es que me propongo. Por el lado de la intolerancia, del tipo que me afecta, no será fácil porque el miedo a quemarme otra vez con la misma llama me coloca en una situación de indecisión. El temor a una nueva decepción y a un nuevo sufrimiento me ha cubierto con una coraza que será difícil de romper.

Quisiera renovar el crédito a muchas personas que, tal vez sin mala intención y sin darse cuenta, supuestamente me han fallado y no quedarme solo, acariciando a un perro. ¿Quién garantiza el éxito de la operación?

Pepe 2009.-

sábado, 22 de agosto de 2009

Tiburones de agua dulce


Siguiendo con la temática de los homenajes, hoy dirigiré todos los reflectores hacia un grupo de gente extraordinaria. Para así mostrar que cuando se tiene un corazón grandote, muchas ganas de ayudar y cierto amor “desmedido”, estas singulares características pueden ser encauzadas hacia personas que tanto necesitan de los demás, no sólo para vivir, sino para tener una mejor calidad de vida.

Estoy hablando de los inigualables “TIBURONES DEL PARANÁ”. Conocí virtualmente a este grupo de gente, a través de Panchuss, amigo del Taller Literario Kapasulinos.

Se trata de personas con discapacidad, que nadan en el Paraná (río de América del Sur, que atraviesa la mitad sur del subcontinente y forma parte de la extensa cuenca combinada del Plata), así se definen ellos. Pero existe mucho más para contar. Patricio Huerga, María Nella Saltaleggio, Giselle Ghilardi, Patricia Burzzese y Gabriel Romero conforman el plantel de instructores. Comenzaron con esta admirable labor social en el año 1997. Actualmente cuentan con 134 alumnos que hacen sus experiencias de nado en río, a veces solos y otras veces acompañados, dependiendo esto de sus capacidades o aprendizaje.

Han realizado varios eventos importantes en el Paraná, aparte de las actividades que desarrollan diariamente en las instalaciones del complejo que se encuentra en Arroyo Seco (provincia de Santa Fe, Argentina)

Cuentan con el apoyo de muchos seres humanos tan apasionados como ellos, cuya noble misión es promover un cambio en la manera de pensar y actuar con respecto a la discapacidad. Se trata de integrar, amalgamar, de impulsar una nueva actitud. Que vaya desde la dañina indiferencia, hacia una sana apertura, que, no sólo favorecerá a aquellos que tengan algún impedimento físico o mental, sino a todos los que al participar se darán cuenta que ayudando a los demás, se ayudarán a sí mismos.

Ojalá muchos puedan y quieran imitarlos en otras partes del mundo. Quizás ya existan lugares así, pero nunca serán suficientes. Necesitamos más, más de estos verdaderos faros que iluminan el alma. Que nos contagian las ganas de vivir, de trabajar, de sacudirnos la mala leche, el pesimismo, la indolencia, la apatía.

En el lugar donde estemos, tomemos la posta, hagamos algo por los demás, por los que sufren o están solos. Juntémonos con gente que piense como nosotros y, de a poco, otros más se acercarán.

No sé si cambiaremos el mundo,¡¡pero vamos, por lo menos lo intentaremos!!

domingo, 16 de agosto de 2009

Homenaje


Quizás muchas personas, a lo largo de estos años, han escrito sobre la asombrosa vida del doctor Hamilton Naki, más conocido como “El cirujano clandestino”. Sin embargo, igualmente deseo ser parte de los que, de alguna manera, lo reconocen y admiran. Más allá de que ya no esté físicamente entre nosotros sigue presente, en su espíritu de lucha, de amor al prójimo y en todas las proezas que, en nombre de la ciencia y la medicina este sencillo, pero intuitivo hombre, consiguió.

El doctor Naki, era negro, de origen sudafricano, su vida estuvo rodeada de pobreza, sacrificios y necesidades. Con increíble determinación salió adelante y se forjó una profesión, la medicina. No poseía títulos oficiales que avalaran sus conocimientos, recordemos que su piel era oscura, y eso era un gran problema para la sociedad de esa época y en ese lugar del mundo. Estaban en pleno apartheid.

Fue él quien, en el año 1967, retiró del cuerpo de una donante el corazón que, con gran éxito, trasplantó en el paciente Louis Washkanky, gravemente enfermo. La primera operación de trasplante cardíaco pasó a la historia, pero todo el crédito se lo llevó otro médico, blanco, jefe del grupo, cuyo nombre era Christian Barnard. Las autoridades sanitarias no permitieron que se conozca la verdad, las leyes sudafricanas eran estrictas al respecto, la ocultaron con gran esfuerzo y complicidad de muchos colegas de Naki.

Ciudad del Cabo fue testigo de una gran deslealtad. No obstante, la “justicia divina”, a veces tarda un poco, pero siempre, absolutamente siempre, llega y se hace sentir.

Actualmente muchísimas personas conocen esta historia, pues figura en miles de sitios de internet, se hizo una película sobre el tema, todos los días alguien escribe al respecto. Hoy me tocó a mí contarla y a ustedes leerla.

¿Habrá obtenido finalmente un reconocimiento oficial el doctor Hamilton? Tal vez, pero ya poco importa, los seres humanos que tuvimos la oportunidad de conocer sobre su vida y obra, no lo olvidaremos. Nos encargaremos de que otros tomen contacto con esta historia. Es nuestro homenaje y agradecimiento, a este cirujano excepcional, a este valioso y apasionado ser humano que fue y seguirá siendo para la posteridad, el doctor HAMILTON NAKI.

domingo, 9 de agosto de 2009

Coraje cívico


Esta semana por casualidad observé, en un canal alemán, un documental que hablaba sobre las diferentes formas que tienen las personas de reaccionar frente a un hecho de agresión callejera. Quedé tan sorprendida, cuando descubrí, junto a los protagonistas que llevaban adelante el programa, los resultados del estudio. ¡El noventa por ciento de la gente no se mete, no trata de detener la agresión, ni aun tratándose, el atacado, de un sujeto indefenso! La mayoría hace de cuenta que no ve nada y sigue rápido su camino. Existe un porcentaje de personas, y esto sí es absolutamente censurable, que ubicados a una distancia prudente, quedan observando la escena, porque disfrutan del dolor ajeno, aunque se nieguen a admitirlo luego. Gracias a Dios, unos pocos individuos hacen la diferencia, se despojan del egoísmo, de la cobardía y tratan por todos los medios que el agresor se detenga y termine con la violencia, inclusive ponen en riesgo su propia vida.

Si alguien me golpeara o intentara asaltarme, les aseguro que me gustaría mucho que algún ser humano hiciera algo por mi vida… ¡algo!, cualquier cosa, menos la indiferencia. Por eso tengo bien claro lo que haré por otros que estén en una situación de riesgo o peligro de vida, haré lo mismo que quisiera para mí.

No nos quedemos impasibles frente al dolor ajeno. Dicen los sicólogos que si uno no actúa en casos así, durante muchísimo tiempo es acompañado por un espantoso sentimiento de culpabilidad, ¡y no es para menos!

No es necesario ponerse en peligro, lo primero que debe hacerse es buscar ayuda de alguna manera, gritando, llamando por teléfono a la policía, solicitando la atención de otros transeúntes, en fin, mucho puede hacerse, el tema es no quedarse pasmados o huir sin auxiliar.

No importa que en ciertas ocasiones nos expongamos al ridículo o que desprecien nuestro apoyo, tengamos en cuenta que, en algunos casos, ni el propio afectado tiene conciencia del mal que otros le están causando (niños, mujeres y hombres golpeados por familiares directos).

Hay que tener bien presente: lo que hagamos por los demás, algún día lo harán por nosotros o por los seres que amamos… así es la vida, se los digo con toda certeza.

domingo, 2 de agosto de 2009

Sustancia


“La gente tal vez no recuerde exactamente lo que hiciste o dijiste. Pero siempre recordarán cómo los hiciste sentir”.

Estoy en concierto con esta aseveración, más que nada porque de acuerdo a mi experiencia, así se dan las cosas.

Las personas no recordamos las palabras precisas con las que alguien nos habló, o en qué momento exacto lo hizo o dónde fue, sin embargo nos queda para siempre la sensación que produjo en nosotros. ¡Cuánta fuerza existe en el espíritu de las palabras! La sustancia de las cosas, aquello que permanece en algo que cambia.

Quizás se trate de lo que el otro haya sentido cuando las expresó. Por esa razón los que saben dicen que no es bueno permanecer enojados, o con sentimientos profundamente negativos mucho tiempo, pues eso, precisamente, imprimiremos en los demás. Y así nos recordarán. Cuando uno está mal, hasta un “buen día”, se hace sentir como un dardo envenenado.

Si estamos en paz con nosotros mismos, hasta un “no” suena a promesa… bueno, está bien, creo que exageré un poco, pero no está tan lejos de la verdad.

También recuerdo a personas que, en determinado momento de mi vida, se acercaron, sin hablar, y con su sola presencia, me arroparon el alma, inolvidables. Eso es lo que queda, cuando todo lo demás desaparece. La esencia, la naturaleza, la sustancia.

Tarea para el Blog



ABRUJANDRA, una querida amiga bloguera de Neuquén (al sur de la Argentina), me pasó este trabajito. No es difícil, al contrario. Lo encontré simpático. Todo lo que tenga que ver con los libros es interesante, pienso que siempre se asimila algo. Bien, manos a la obra, la cosa es más o menos así:

Pasos a seguir

1- Tomar en las manos el libro que se tenga más cerca.

2- Abrirlo en la página 161 (¿será un número cabalístico?, jaja).

3- Buscar la quinta frase (completa).

4- Citar la frase en el blog.

5- Pasarlo a otros cinco blogs (¡sonaron!)

Actividad realizada

1- Libro: “Por el camino de la decepción”, de Víctor Ostrovsky.

2,3 y 4- “Los peores temores de Kauly se habían confirmado. En algún lugar ignorado se hallaba un misil de fabricación soviética que llevaba inscrito el nombre de Golda Meir.”

5- Pasaré la tarea a los cinco primeros comentaristas de mi último post… ¿se entendió?, sí, está fácil. Ellos son:

Paula y Hernán (manos a la obra chacarrones)

Carla( sé que te encantan los libros, no te será complicado)

María Jesús Paradela (no es un premio María, no me mates, jaja)

Txema (ojalá te entusiasme hacerlo)

Senovilla (no estoy segura que te guste, pero eras el quinto)

Les cuento que aun no terminé de leer este libro, me falta poquito. Me resultó apasionante y aprendí muchas cosas. No les cuento más, por si deciden adquirirlo.