martes, 24 de febrero de 2009

Aprender...


Hace poco leí en un libro lo siguiente: “Memorizamos las fechas históricas y los nombres, no la lección”. Por eso la historia se repite una y otra vez, sencillamente porque no aprendemos de ella.
Esa fue la experiencia que me dejó la escuela. Año tras año, memoricé fechas, lugares y nombres, como si fuera lo más importante, aquello que era menester guardar en “el disco rígido” del cerebro ¡Cuánta energía y tiempo desperdiciado!
Si tan sólo me hubiesen explicado que lo fundamental era recuperar el significado, los alcances e implicancias de tal o cual evento histórico, otra sería mi postura ante la vida. No digo mejor ni peor, distinta, tal vez más analítica y sincera.
Menos mal que nunca es tarde para “virar el timón”, para cambiar el rumbo de las cosas.
Leer con inteligencia, interpretar el sentido de los acontecimientos, allí radica lo substancial, lo trascendental para nuestras vidas. Lo demás es accesorio, si queda registrado, bien, si no, no cambia nada.

viernes, 20 de febrero de 2009

Rastros...



Camino a casa, con frecuencia pasamos por un bulevar que posee una extensa y tupida arboleda. La última vez que lo hicimos, algo llamó mi atención. A veces sucede que, de acuerdo a cómo estemos de ánimo, vemos o dejamos de ver cosas. Podemos pasar mil veces por un lugar y de pronto un día, “una cortina se cae” y percibimos un detalle que siempre estuvo y sin embargo de pronto “lo descubrimos”.
Si observan las fotos, notaran que en algunas partes del tronco, éstas plantas formaron una especie de reacción allí donde antes estaba una rama que, posteriormente, fue cortada. Como si quisiera guardar memoria del hecho, va desarrollando un relieve que llega a ser bastante grueso, como una especie de cicatriz.
Inmediatamente un pensamiento fuerte ocupó mi mente, “así quedan las marcas en nuestro corazón, cuando perdemos a un ser querido”… como rastros de lo que se amaba y ya no está. Una huella, una herida cicatrizada, pero que no deja de doler.
¿Las podrán ver los cardiólogos?, tal vez no, pero están, porque uno lo sabe y lo siente.
Al evocar momentos vividos y que no se repetirán, sentimos una punzada y automáticamente, nos frotamos el lado izquierdo del pecho… esa es la señal.

sábado, 14 de febrero de 2009

Odiosos por placer...


Hace unos días hablábamos con Silvia, una compañera de trabajo, acerca de un colega que llama la atención porque siempre está de mal humor, además no pierde ocasión alguna para hacer sentir mal a los demás. Como si disfrutara haciendo sufrir a sus semejantes. Nos preguntábamos qué lo habría llevado a comportarse de esa manera tan ríspida con el prójimo.
Silvia dijo que el carácter perverso tal vez era el resultado de una mala infancia o el hecho de haber soportado muchas experiencias traumáticas y poco felices.
No estoy de acuerdo con eso y les contaré la razón. Conozco a una buena cantidad de personas que sobrevivieron a situaciones absolutamente adversas y desagradables, hasta pareciera que en algunos casos la vida se hubiera ensañado con estos individuos. Sin embargo, resultaron personas de bien, algunas inclusive con una nobleza de espíritu tan grande, que despertarían la admiración de cuantos las conociesen. Por eso, creo que el hecho de no haber tenido una buena vida, no es pretexto para ser una mala persona.
Todos pasamos por circunstancias hostiles a lo largo de nuestra existencia, y eso no implica que nos transformemos en seres detestables y malvados. Afortunadamente son muchos los que a pesar de haber sufrido, sacan lo mejor de sí y lo comparten con los demás. Esas son las personas que hacen la diferencia, que merecen ser recordadas y tenidas en cuenta. Los otros, creo que sólo son odiosos por el placer de serlo. No es una conclusión agradable, pero es real.

martes, 10 de febrero de 2009

El maestro panadero (Epílogo)


La historia, realmente me impactó. Le dije a Ramón, que tratara de perdonar a los que, con o sin motivos, le habían causado tanto daño. Que dejara el asunto en manos de la justicia y de Dios… él guardó silencio y no hablamos más del asunto.
Transcurrido un año, la sociedad con mi cuñado se disolvió. Cambié de actividad y no volví a ver a los trabajadores panaderos. Pasaron tres años más.
Un día, observando un diario local, para estar al tanto de las últimas noticias, encontré en la sección POLICIALES, una nota que me dejó muda, absolutamente horrorizada. Encontraron muerto a un hombre en una propiedad privada, se trataba del dueño de una importante joyería de la ciudad. Había sido torturado hasta morir, atado fuertemente con alambres a un árbol, cortado en distintas partes del cuerpo con un cuchillo, golpeado, mutilado… y finalmente degollado. Calculan que el asesino demoró un día entero hasta darle muerte, viéndolo sufrir y desangrarse todo ese tiempo. Más abajo de la nota estaba la fotografía del asesino…y era ¡Ramón! , casi me morí del susto cuando la vi.
La nota explicaba que el autor del grave delito se había entregado voluntariamente a las autoridades y ya se encontraba detenido a la espera del juicio correspondiente.
Pensar que estuve conversando tranquilamente horas y horas con un potencial criminal, jamás pensé que el hombre llegaría a cumplir su promesa, qué poco conocemos a las personas, sinceramente creí que ya habría superado ese trance, pero no fue así.
Cada vez que lo recuerdo, me entristezco, ¿cómo pudo terminar así la historia de Ramón, será que yo hubiese podido ayudarlo más, o de alguna otra manera y no lo hice?... Es algo que llevaré por siempre en mi conciencia.

viernes, 6 de febrero de 2009

El maestro panadero (Parte 1)


Una noche estrellada, estábamos tomando unas cervezas con el Chuqui, en el jardín de nuestra casa, y se me ocurrió preguntarle: ¿alguna vez te encontraste o conociste personalmente a un asesino o delincuente peligroso? Hizo memoria un rato y luego comenzó a narrarme “la historia del misterioso individuo que hacía dedo (aventón) en la ruta”. Como no me podía quedar atrás, a su vez le conté mi experiencia. Me moría de ganas de hacerlo, ya que es una de mis anécdotas escalofriantes preferidas…
Hace unos 20 años pusimos, en sociedad con mi cuñado, una panadería. Alquilamos un gran galpón con todas las maquinarias y una casita, que pasé a ocupar yo. El dueño anterior, nos recomendó algunos empleados y al maestro panadero, así que los tomamos y comenzamos a trabajar.
Todo iba marchando bastante bien. Hacíamos el reparto de pan por las mañanas bien temprano y teníamos la tarde libre. Mientras mi cuñado llevaba los papeles y hacía las compras, yo controlaba al personal, de modo que pasaba mucho tiempo con ellos.
El maestro panadero, de nombre Ramón, era un hombre de unos 30 años, muy serio y aplicado. Un día me acerqué y le pregunté por su familia y sus cosas en general. Me contó que el único gran drama de su vida, fue haber perdido, tres años antes, a su muy amado hermano menor. Me relató que lo habían asesinado cobardemente. Fue todo por problemas de dinero. Un hombre, a quien Ramón conocía muy bien, una noche había enviado a dos muchachotes con puñales, para que le tendiesen una emboscada al hermano, en el camino que solía tomar para ir a la casa, y terminaran con su vida. Así lo hicieron, sólo que el hermano no murió instantáneamente, logró llegar hasta la casa, totalmente mal herido y desangrándose por las múltiples puñaladas que recibió. Murió en brazos de su hermano, nuestro maestro panadero no sin antes relatarle todo lo acontecido.
Me decía muy compungido, que en ese momento junto al cadáver de su querido hermano, él juró que lo iba a vengar, como fuera, lo iba a vengar…

martes, 3 de febrero de 2009

Las palabras que decimos...


Tengo una teoría. La voy a colocar muy despacito sobre la mesa. La pueden voltear, mover, observar desde distintos ángulos, y claro, dar su opinión.
Pienso que el uso frecuente y cotidiano de las malas palabras, lleva a las personas a ponerse de mal humor.
¿En que me baso?, en la observación. Veo con frecuencia a conocidos que emplean muchas palabras soeces en las conversaciones y con gran facilidad se enojan. Como si se sintiesen amenazados por la sociedad toda, y de esta forma pusieran un freno, a lo que ellos creen, es una provocación. Golpear antes de ser golpeados… golpear con las palabras.
Cuando uno escucha a una persona decir una grosería, aunque no esté dirigida a uno mismo, se siente lastimado, atacado, entonces automáticamente se cierra y se pone a la defensiva. Pero la vida no es un ring, no necesitamos constantemente ponernos los guantes y salir al cuadrilátero. No todas las personas buscan y persiguen lastimarnos. Cuando empleamos palabras duras, aunque sean dichas en broma, causamos dolor en el que nos escucha, por más que no se note. El que las dice, también se pone mal, porque es una manera de exacerbar el estado de ánimo adverso.
Antes, cuando era adolescente decía muchas malas palabras, hasta que me di cuenta de esto que les estoy contando, entonces puse fin a esa costumbre. Les puedo asegurar que me volví más pacífica y por otro lado, conseguí acercarme más a la gente.
No sé que piensan ustedes…

domingo, 1 de febrero de 2009

Aquí vengo yo...


Aquí, en este lugar, nos encontraremos para intentar poner claridad sobre algunos contenidos que nos interesan o repercuten de alguna manera.

Los temas serán variados, las opiniones abiertas y bienvenidas. Nada está cerrado o concluido, todo está por verse, todo es digno de ser examinado. Como seres curiosos, el mundo se nos presenta lleno de tramas atractivas al análisis. Maestros no somos, simplemente exploradores.

¿Me acompañan?